Hablar de temas delicados cuando
se tiene la voz áspera puede resultar en algo contraproducente e incluso,
exagerando un mucho, peligroso, pero quedarme callado los sería aún más, diría la
canción – lo que llevo dentro se convertiría en una jauría de remordimientos- y
no estoy yo a estas alturas del partido para andar guardando cosas que no solo
ponen una sonrisa en mi cara, sino que también me hacen tener la certeza de
haber hecho bien, de haber amado bien, de que me amaron bien.
Y es que él vive en Londres ahora,
la última vez que cruzamos palabras fue cuando una noche después de un sueño en
el cual lo veía a él no exactamente bien, le escribí un mensaje de Facebook y
me conto justo de su mudanza, de que le estaba costando un poco adaptarse, pero
que estaba muy emocionado, yo le desee suerte, y le conté que una de mis
memorias más estimadas de Londres era la de ese momento en que compre en un
mercadillo una bolsa de mandarinas, me senté
de frente a Trafalgar Square y de pronto ahí, en un momento supe que
todo estaría bien, que yo estaría bien (estaba tratando de superar un duelo). Ahora
veo que si leyó aquel mensaje.
Y es que hay personas, que no se
olvidan, carajo, es como olvidar que el aire hace falta para vivir, y no
obstante siento en el estómago ese “algo” que también me hace sonreír
discretamente y provocar poner todo esto en letras, estoy muy claro que es
recuerdo, no añoranza, que es amor, o eso que nos han enseñado a llamar amor,
ese amor que está ahí como testigo de
que soy capaz de amar, ese amorque no se destruirá con nada, ese amor que bien
dentro, si es que podemos etiquetarlo, dice, palabras más, palabras menos –gracias
por haberme hecho amarte, por hacerme dar tantos pasos que tenía miedo a dar,
gracias sobre todo por haberme amado-
Gracias Juan Pablo.
2 comments:
Que fuerte... yo tmb he andado nostalgico, un poco raro cari... las cosas van bien, pero algo por dentro no termina de soldar.
Me hiciste volver a un pasado no tan remoto.
Un abrazo!
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