CRONICAS DE UN PEATON XIX

Cuando alguien sale con aquello de que “nadie sabe para quien trabaja” a mi me gusta pensar que todos trabajamos para todos, ya sé que puede sonar a lo mismo, pero de algún modo siento que es un poco un pensamiento mas positivo.

Viajando en el subterráneo (Metro) de pronto un grupo de viajeros, de esos que parecen que están montando guardia de honor en la puerta del vagón se movió precipitadamente, la razón un invidente con un perro lazarillo se subía en ese momento. Afortunadamente hubo quien se levanto de su asiento y se lo cedió al invidente en cuestión y su perro guía se acomodo entre sus piernas, y en lo que el olfateaba yo lo veía, me recordaba a un cachorro que vivió conmigo y José unos 6 meses…y de pronto el perro se levanto y comenzó a ladrar…propiamente a ladrarme…yo me acerque y le dije a tono de pregunta ¿Duende?.

Se sentó y movió la cola, su ahora dueño me pregunto con el mismo tono de incredulidad que recorría mi cara si conocía yo a Duende. Mi respuesta fue una gran sonrisa que se que el no vio, pero sintió y escucho. -Así es! Claro que conozco a Duende!-.

Le conté, mientras que me permitía acariciar a Duende, de cómo José y yo lo adoptamos temporalmente proporcionándole sustento, cariño, casa y educación especial por 6 meses, esto como parte de ayudar a una asociación civil que entrena perros para ser guías de invidentes aquí en la ciudad, algo que hicimos meramente por ayudar. Ahora Duende es todo un perrote adulto en pleno trabajo, el cual deberá de hacer por al menos otros 2 años después de los cuales se puede jubilar siendo adoptado, en estos casos a estos perros les va muy bien ya que por estar entrenados no son nada molestos.

Ahora me estoy poniendo de nuevo en contacto con esta asociación para dentro de dos años, que ya veré como le hago, adoptar de nuevo a Duende.

Y yo por lo pronto quedo satisfecho porque ya se para quien trabajé, y seguro José desde su nube, esta sonriendo también.